La Eucaristia
El Misterio de Alianza
La Eucaristía es la consagración del pan en el Cuerpo de Cristo y del vino en su Sangre que renueva mística y sacramentalmente el sacrificio de Jesucristo en la Cruz. La Eucaristía es Jesús real y personalmente presente en el pan y el vino que el sacerdote consagra. Por la fe creemos que la presencia de Jesús en la Hostia y el vino no es sólo simbólica sino real; esto se llama el misterio de la transubstanciación ya que lo que cambia es la sustancia del pan y del vino; forma, color, sabor, etc., permanecen iguales.
La institución de la Eucaristía, tuvo lugar durante la última cena pascual que celebró con sus discípulos y los cuatro relatos coinciden en lo esencial, en todos ellos la consagración del pan precede a la del cáliz; aunque debemos recordar, que en la realidad histórica, la celebración de la Eucaristía (Fracción del Pan) comenzó en la Iglesia primitiva antes de la redacción de los Evangelios.
Los signos esenciales del sacramento eucarístico son pan de trigo y vino de vid, sobre los cuales es invocada la bendición del Espíritu Santo y el presbítero pronuncia las palabras de la consagración dichas por Jesús en la última Cena: "Esto es mi Cuerpo entregado por vosotros... Este es el cáliz de mi Sangre..." Encuentro con Jesús Amor.
Necesariamente el encuentro con Cristo Eucaristía es una experiencia personal e íntima, y que supone el encuentro pleno de dos que se aman. Es por tanto imposible generalizar acerca de ellos. Porque sólo Dios conoce los corazones de los hombres. Sin embargo sí debemos traslucir en nuestra vida, la trascendencia del encuentro íntimo con el Amor. Resulta lógico pensar que quien recibe esta Gracia, está en mayor capacidad de amar y de servir al hermano y que además alimentado con el Pan de Vida debe estar más fortalecido para enfrentar las pruebas, para encarar el sufrimiento, para contagiar su fe y su esperanza. En fin para llevar a feliz término la misión, la vocación, que el Señor le otorgue.
Si apreciáramos de veras la Presencia real de Cristo en el sagrario, nunca lo encontraríamos solo, únicamente acompañado de la lámpara Eucarística encendida, el Señor hoy nos dice a todos y a cada uno, lo mismo que les dijo a los Apóstoles "Con ansias he deseado comer esta Pascua con vosotros " Lc.22,15. El Señor nos espera con ansias para dársenos como alimento; ¿somos conscientes de ello, de que el Señor nos espera el Sagrario, con la mesa celestial servida? Y nosotros ¿por qué lo dejamos esperando? O es que acaso, ¿cuando viene alguien de visita a nuestra casa, lo dejamos sólo en la sala y nos vamos a ocupar de nuestras cosas?
Eso exactamente es lo que hacemos en nuestro apostolado, cuando nos llenamos de actividades y nos descuidamos en la oración delante del Señor, que nos espera en el Sagrario, preso porque nos "amó hasta el extremo" y resulta que, por quien se hizo el mundo y todo lo que contiene (nosotros incluidos) se encuentra allí, oculto a los ojos, pero increíblemente luminoso y poderoso para saciar todas nuestras necesidades.
La Eucaristía es un misterio de alianza. (Benedicto XVI)
Todos estamos llamados a entrar en este misterio de alianza. “La Eucaristía, don de Dios para la vida del mundo”, es nuestro tesoro más precioso. Es el sacramento por excelencia; contiene todo el misterio de nuestra salvación; es la fuente y la cumbre de la acción y de la vida de la Iglesia. Por tanto, es particularmente importante que pastores y fieles profundicemos permanentemente en este gran sacramento. Así, cada uno podrá fortalecer su fe y cumplir cada vez mejor su misión en la Iglesia y en el mundo. La participación en la Eucaristía, siendo la expresión por excelencia del amor del Dios, nos llama a comprometernos con todos nuestros hermanos. A pesar de nuestra debilidad y de nuestro pecado, Cristo quiere poner en nosotros su morada. Por esto, tenemos que hacer todo lo posible para recibirle con un corazón puro, volviendo a encontrar sin cesar, a través del sacramento del perdón, la pureza que el pecado ha ensuciado. El pecado, sobre todo el pecado grave, se opone a la acción de la gracia eucarística en nosotros.
Quienes no pueden comulgar a causa de su situación, encontrarán en la comunión de deseo y en la participación en la Eucaristía una fuerza y una eficacia salvadora”.
La institución de la Eucaristía, tuvo lugar durante la última cena pascual que celebró con sus discípulos y los cuatro relatos coinciden en lo esencial, en todos ellos la consagración del pan precede a la del cáliz; aunque debemos recordar, que en la realidad histórica, la celebración de la Eucaristía (Fracción del Pan) comenzó en la Iglesia primitiva antes de la redacción de los Evangelios.
Los signos esenciales del sacramento eucarístico son pan de trigo y vino de vid, sobre los cuales es invocada la bendición del Espíritu Santo y el presbítero pronuncia las palabras de la consagración dichas por Jesús en la última Cena: "Esto es mi Cuerpo entregado por vosotros... Este es el cáliz de mi Sangre..." Encuentro con Jesús Amor.
Necesariamente el encuentro con Cristo Eucaristía es una experiencia personal e íntima, y que supone el encuentro pleno de dos que se aman. Es por tanto imposible generalizar acerca de ellos. Porque sólo Dios conoce los corazones de los hombres. Sin embargo sí debemos traslucir en nuestra vida, la trascendencia del encuentro íntimo con el Amor. Resulta lógico pensar que quien recibe esta Gracia, está en mayor capacidad de amar y de servir al hermano y que además alimentado con el Pan de Vida debe estar más fortalecido para enfrentar las pruebas, para encarar el sufrimiento, para contagiar su fe y su esperanza. En fin para llevar a feliz término la misión, la vocación, que el Señor le otorgue.
Si apreciáramos de veras la Presencia real de Cristo en el sagrario, nunca lo encontraríamos solo, únicamente acompañado de la lámpara Eucarística encendida, el Señor hoy nos dice a todos y a cada uno, lo mismo que les dijo a los Apóstoles "Con ansias he deseado comer esta Pascua con vosotros " Lc.22,15. El Señor nos espera con ansias para dársenos como alimento; ¿somos conscientes de ello, de que el Señor nos espera el Sagrario, con la mesa celestial servida? Y nosotros ¿por qué lo dejamos esperando? O es que acaso, ¿cuando viene alguien de visita a nuestra casa, lo dejamos sólo en la sala y nos vamos a ocupar de nuestras cosas?
Eso exactamente es lo que hacemos en nuestro apostolado, cuando nos llenamos de actividades y nos descuidamos en la oración delante del Señor, que nos espera en el Sagrario, preso porque nos "amó hasta el extremo" y resulta que, por quien se hizo el mundo y todo lo que contiene (nosotros incluidos) se encuentra allí, oculto a los ojos, pero increíblemente luminoso y poderoso para saciar todas nuestras necesidades.
La Eucaristía es un misterio de alianza. (Benedicto XVI)
Todos estamos llamados a entrar en este misterio de alianza. “La Eucaristía, don de Dios para la vida del mundo”, es nuestro tesoro más precioso. Es el sacramento por excelencia; contiene todo el misterio de nuestra salvación; es la fuente y la cumbre de la acción y de la vida de la Iglesia. Por tanto, es particularmente importante que pastores y fieles profundicemos permanentemente en este gran sacramento. Así, cada uno podrá fortalecer su fe y cumplir cada vez mejor su misión en la Iglesia y en el mundo. La participación en la Eucaristía, siendo la expresión por excelencia del amor del Dios, nos llama a comprometernos con todos nuestros hermanos. A pesar de nuestra debilidad y de nuestro pecado, Cristo quiere poner en nosotros su morada. Por esto, tenemos que hacer todo lo posible para recibirle con un corazón puro, volviendo a encontrar sin cesar, a través del sacramento del perdón, la pureza que el pecado ha ensuciado. El pecado, sobre todo el pecado grave, se opone a la acción de la gracia eucarística en nosotros.
Quienes no pueden comulgar a causa de su situación, encontrarán en la comunión de deseo y en la participación en la Eucaristía una fuerza y una eficacia salvadora”.